Las efemérides prestan el contexto ideal para replantear, reconsiderar, reformular y, en definitiva, revisar los aspectos que dieron forma a los acontecimientos del pasado. En este sentido, el cumplimiento del 2.500 aniversario de la segunda guerra médica (480-479 a. C.) ha ofrecido una excelente ocasión para la reflexión que ha sido poco aprovechada por la historiografía hispanohablante. Encontramos una honrosa excepción en Jerjes contra Grecia. La segunda guerra médica, 2.500 años después (Edicions Universitat de Barcelona), una obra colectiva que, sin dejar de centrarse en los componentes militares y estratégicos, abunda en cuestiones poco exploradas, mas no menores, del conflicto entre griegos y persas.
El volumen procede de un coloquio organizado por los propios editores, donde los autores firmantes, todos ellos reconocidos especialistas en materias afines, tuvieron oportunidad de intercambiar reflexiones y establecer un debate antes de materializar su aportación. Este diálogo previo es perceptible en la elevada calidad de los contenidos, que, por lo demás, queda asegurada por su inclusión en un sello de garantía como es la Colección «Instrumenta». El resultado es un libro en el que resulta evidente el rigor científico, pero que no esconde su orientación hacia un público amplio, no necesariamente familiarizado con el lenguaje académico.
En el apartado estructural, Jerjes contra Grecia está dividido en cinco bloques fundamentales encabezados por una «Introducción», a cargo de Fco. Javier Gómez Espelosín. En ella se presentan al lector las fuentes antiguas disponibles para el estudio de las guerras médicas y se subrayan los problemas que surgen al adentrarse en su estudio, haciendo hincapié en la excesiva parcialidad de la que adolece la literatura griega. Afortunadamente, Gómez Espelosín no se detiene en el estándar herodoteo y analiza las informaciones procedentes de las tradiciones persa y judía, si bien en una limitada extensión por su menor impacto en la crítica posterior. Cierra este capítulo introductorio un estado de la cuestión en torno a la historiografía moderna, cuya conclusión representa la razón de ser de esta obra: la necesidad de ahondar en la investigación de las fuentes para completar nuestra perspectiva de las guerras médicas.
La segunda sección, «Persia y el Egeo en vísperas de la invasión», proporciona el contexto histórico necesario para comprender el marco en el que se desarrolló la campaña de Jerjes. Se divide, a su vez, en dos partes. El iranólogo Joaquín Velázquez Muñoz comienza con un retrato del imperio aqueménida sobre el que cabría subrayar el énfasis en torno a la tolerancia religiosa practicada por los persas (pp. 57-58), tan necesario para desmontar el mito de la monarquía tiránica que con tanta facilidad se ha afincado en el imaginario occidental actual. La contraparte helénica es obra de César Sierra Martín, quien expone la situación sociopolítica y cultural de los griegos antes de 480. Mención especial merece el acercamiento al sentimiento identitario griego (tò Hellenikón), que vertebró en buena medida la defensa de Grecia ante las dos invasiones orientales, como explica el autor (pp. 74-79).
En el tercer bloque, «Narrativa: la campaña de Jerjes y sus consecuencias (480-450)» se desgranan las operaciones militares más importantes. Los inicios de la invasión persa y la omnipresente batalla de las Termópilas son examinados por Adolfo J. Domínguez Monedero, en un capítulo en el que cobra relevancia la comparativa entre los testimonios antiguos y los trabajos arqueológicos y topográficos. Fernando Quesada Sanz profundiza en la batalla naval de Salamina, punto de inflexión que determinaría el devenir del conflicto, con una descripción cuidadosa de las tácticas probablemente adoptadas por los griegos (pp. 114-121) y una interesante reflexión final: la derrota de las naves persas fue consecuencia de errores estratégicos de los mandos, más que de la resolución de los defensores (p. 125). Efectivamente, las ambiciones aqueménidas se verían finalmente frustradas tras las batallas de Platea y Mícale, que, a pesar de su trascendencia, permanecen en un lugar secundario en el acervo historiográfico. Esta es la premisa con la que José Pascual introduce el capítulo que dedica a ambos acontecimientos (pp. 129-152) y en el que advierte del enfoque claramente atenocéntrico mostrado por Heródoto en su relato. Por último, Borja Antela-Bernárdez sintetiza la situación en el Egeo y el imperio persa entre 478 y 450 (pp. 153-164), en el contexto de la tercera guerra médica, cuando Atenas monopoliza la ofensiva más allá de la Grecia continental. Por lo general, este bloque mantiene la estructura típica de la producción historiográfica militar, puesto que está fundamentado sobre las maniobras estratégicas de los contendientes. No obstante, el minucioso análisis de los testimonios antiguos, unido a una revisión topográfica apoyada por un excelente aparato gráfico, convierten este estudio sobre la segunda guerra médica en una novedad en el panorama hispano.
Un cuarto apartado, «Cuestiones transversales: hacia una visión poliédrica de la guerra», abandona la cuestión geoestratégica para sumergirse en los aspectos coyunturales que definieron la conflagración. Uno de ellos es la diferencia entre las prácticas militares de griegos y persas. Si, para los helenos (cuya pragmática detalla Fernando Echeverría, pp. 165-184), la guerra era una actividad estacional llevada a cabo por la comunidad cívica (p. 167), los persas (de los que se ocupa Manel García Sánchez, pp. 185-200) contaban con un ejército multiétnico cuyo potencial descansaba sobre la caballería y el manejo del arco (pp. 190-193). Los siguientes dos trabajos tratan las vertientes identitarias griegas durante el conflicto. En el primero, la idea del panhelenismo, ya esbozada con anterioridad, es trabajada de una manera más amplia por Domingo Plácido (pp. 201-216), mientras que M.ª Cruz Cardete muestra las complicaciones surgidas en el seno de las poleis que se enfrentaban al problema del medismo (pp. 217-232). No falta una valoración del papel de la religión en la contienda, firmada por Miriam A. Valdés Guía (pp. 233-248), en la que sobresale, por su importancia, la titubeante actitud de un oráculo de Delfos que sólo se posicionó claramente del bando helénico cuando la expulsión de los invasores era inminente.
Quizá el aspecto más novedoso de este volumen recaiga sobre el epígrafe que lo cierra, «Consecuencias: la creación de la leyenda», donde, más allá de incidir sobre la repercusión de la victoria griega en los años inmediatamente posteriores, indaga en su proyección a través de los siglos y en la recepción de las guerras médicas en la cultura occidental. Laura Sancho Rocher demuestra, en su artículo (pp. 240-266), cómo los atenienses terminaron por arrogarse en solitario la victoria sobre los persas en el periodo clásico. Más adelante, en época imperial, Roma se apropiará de esta parte de la historia griega para legitimar sus expediciones contra los partos, como indica Juan Manuel Cortés Copete (pp. 279-281). A modo de colofón, César Fornis explora cómo se ha reinterpretado el conflicto desde del prisma humanista hasta nuestros días (pp. 287-308). Las guerras médicas, sentencia Fornis (p. 306), han establecido un paradigma de heroísmo en la tradición europea, si bien sujetas a todo tipo de ideologías.
En suma, Jerjes contra Grecia aúna la experiencia académica de quince reputados especialistas para ofrecer una innovadora perspectiva de las guerras greco-persas, cimentada sobre una cuidada edición que no escatima en mapas, tablas y gráficos. Es un volumen apto para neófitos y para expertos, que cierra las brechas historiográficas sobre el conflicto y que reúne las condiciones para convertirse en uno de los referentes en castellano.