Ante todo, Parménide et l’école d’Élée es —tal y como denuncia, en el título, la preeminencia de su nombre— una traducción y comentario de los fragmentos del poema de Parménides. Por lo que a la escuela de Elea concierne, su segundo puesto en el orden no es azaroso, sino que responde a una de las tareas principales de este trabajo: cuestionar la propia noción de école d’Élée y ajustarla tanto cuanto sea posible a la verdadera unidad entre los autores que la componen. Nótese cómo, por medio de un simple et, Lambin, profesor en la universidad de Rennes con varios estudios y traducciones publicadas de poesía arcaica griega (Homero, Hesíodo, Timoteo de Mileto o Anacreonte), traza una diferencia entre el protagonista absoluto del drama eleático, uno solo como el ser que proclama, y sus más o menos obedientes apóstoles, a los que ya cabe considerar miembros de una misma compañía: Zenón de Elea y Meliso de Samos.
A la introducción sigue un capítulo de contenido biográfico que incluye un comentario crítico de los últimos hallazgos de la epigrafía. El autor toma partido en varios asuntos determinantes para la interpretación del texto: i) Parménides no es un filósofo πυθαγόρειος, sino un lector de la obra de Anaximandro y Jenófanes y el maestro de Zenón; ii) su destreza y conocimiento poéticos están, de acuerdo con Alfred Crouzet y contra la communis opinio, a salvo de toda censura; iii) el poema contiene un importante volumen de material mitológico, habitualmente ignorado, procedente de tradiciones épicas y órficas.
Tras esta declaración de principios hermenéuticos, Lambin reproduce el poema en versión bilingüe con traducción propia y algunas lecturas novedosas que, si no llegan a ser filológicamente convincentes, son filosóficamente sugestivas. El autor no esconde su preferencia por Heidegger, cuya filosofía domina el capítulo dedicado a la interpretación de los aproximadamente cien versos que revelan el único ser. Su postura es clara: contra la opinión de Aristóteles, el ser parmenídeo es tan material como los principios de la escuela de Mileto y le son consustanciales los atributos de la materia, ahora bien, de una materia viva y pensante, forma indivisa del λόγος y de la φύσις. Esta última es, precisamente, el objeto o topic de la obra, tal y como la de Meliso vendrá, con el tiempo, a confirmar.
Uno de los puntos fuertes en el análisis que de Parménides propone Lambin es el escrupuloso esfuerzo por comprender la doctrina filosófica dentro de la forma poética que le da cabida. El autor parte de la hipótesis —por otro lado, trivial— del poema como totalidad significante, cuyos miembros deben constituir una unidad de sentido y no una mera superposición. De este modo, adopta un método que enriquece la interpretación de puntos siempre problemáticos, de entre los que aquí anoto los más sobresalientes: i) el prólogo anuncia la equivalencia fundamental de las tres vías, en la medida en que las tres son; ii) la vía del no-ser es, en la estela de lo dicho por Badiou, la revocación que del no-ser hace el pensar para constituirse, inversamente, en pensamiento del ser; iii) la vía de las opiniones de los mortales —que recoge tradiciones hesiódicas y órficas y encuentra ecos en las cosmogonías de Acusilao de Argos o Ferecides de Siros— viene a ser una solución de compromiso entre las dos primeras, la vía del devenir o de la génesis. Es así como explica la incómoda irrupción de πέλω, el verbo que, en boca de los hombres, sustituye al verdadero y único, es decir, el εἰμί de la divinidad.
Parménides ocupa, en extensión, algo más de la mitad de la obra. La siguiente parte se ocupa de las figuras de sus epígonos. Lambin se esfuerza en devolver al primero de ellos, Zenón de Elea, el valor filosófico que la tradición le ha negado maquinalmente. Si aquel provee a la filosofía con su medio de expresión más extático, el furor medido de la poesía, este la dota de su forma por antonomasia, el desmesurado razonamiento dialéctico. En este, el filósofo se transforma en el contendiente de un certamen por la verdad, que revela su vertiente moral como denuncia de la mentira. Las aporías zenonianas adquieren, así, el estatuto de primeros ejemplares de la lógica antinómica, antecedentes de la controvertida disciplina sofística. Sin embargo, la figura del miembro inaugural de l’école sobresale, de acuerdo con el autor, por haber anticipado las kantianas categorías a-priori de espacio y tiempo, junto con la de movimiento, como condición de posibilidad de toda experiencia de la multiplicidad aparente del único ser.
A la figura de Meliso de Samos le reserva Lambin una sexta parte de la extensión. Sin embargo, la hipótesis que preside el análisis del poema de Parménides sigue, en este caso, vigente. La obra del samio —capitán de las fuerzas de su ciudad contra Atenas en 441-440 a. C.— constituye un esfuerzo sistemático de unificación de la doctrina eleática, amenazada, especialmente, por la sofística, encabezada por Gorgias de Leontinos.
El título del libro de Meliso anotado por Simplicio, περὶ τοῦ ὄντος ἢ περὶ τῆς φύσεως, prueba, de acuerdo con la tesis central de la obra, que el ser parmenídeo o eleático es identificable con la φύσις y, por tanto, con la materia. Lejos de repetir el juicio de la Antigüedad —el último de los miembros de l’école d’Élée contradiría la doctrina del maestro— es la mayor virtud del autor tratar de comprender los textos sin perder de vista su unidad lógica y su mutua inteligibilidad. El trabajo cuenta, por lo demás, con un abundante aparato de notas, una amplia bibliografía temáticamente ordenada y un índice de contenidos adecuado. Las posiciones filológicas de Lambin pueden estar expuestas a la crítica —por ejemplo, el abuso de figuras etimológicas (δαίμων – δαίω) para explicar la selección léxica parmenídea— pero Parménide et l’école d’Élée es un estudio filosóficamente serio, que no se limita a la reproducción de ideas recibidas, sino que avanza hipótesis dignas de congregar la atención tanto de especialistas como de profanos.